Notas a partir de Fuera de lugar, de Amador Fernández-Savater

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Todo el mundo piensa y todo el mundo se cuenta lo que le pasa, de una u otra forma. Pero a la mayoría de la gente no se le reconoce la autoridad suficiente ni se le garantiza el acceso a las mínimas condiciones de vida necesarias para dedicar tiempo y dar valor a lo que piensa y cuenta.

Si no damos valor a lo que pensamos, otros nos piensan; si no damos valor a lo que contamos, otros nos cuentan. En sociedades económicamente muy desiguales como las que ha producido el capitalismo, la posibilidad de dedicarse a pensar y contar tiende a estar también desigualmente repartida. En el estado español, concretamente, hay una larga tradición de élites “expertas” e “intelectuales” que se han encargado de pensar y contar la realidad a través de medios escritos, y que han creado, como se dijo en la web de Contratiempo, una gran meta-narrativa para interpretar todo lo que pasa en España: “la gente es inculta y bárbara, y sólo cuando las élites cultas progresistas son capaces de dirigir a las masas hacia la Modernidad, éstas puede escapar de su barbarie, y de la manipulación de las otras élites, las conservadoras”.

La aparición de los “medios de comunicación de masas” restó indudablemente protagonismo a los escritos de esas élites “expertas” e “intelectuales”. Pero, me parece, -y estas cosas son bien difíciles de demostrar-, que no anuló esa gran narrativa elitista, aunque sí la transformó. Desde luego en España los medios de masas continúan bombardeando hasta hoy con la mitología del Progreso y la Modernidad, incluso con la gastada promesa de Europa, aunque estos ideales son cada vez más difíciles de creer, según los países mediterráneos confirman su destino como mano de obra barata y fuente de entretenimiento (turismo-casino-prostíbulo) para los del norte.

Es cierto, sin embargo, que este tipo de narrativas sobre un supuesto progreso colectivo al que nos llevarían las élites han cedido protagonismo a otras que ponen al individuo en el centro y le prometen la felicidad –o cuando menos le ofrecen algo que desear-, mediante la constante promoción de innumerables objetos de consumo (materiales e inmateriales). Pero, ¿es esto muy diferente del elitismo? ¿No se trata en realidad de una especie de generalización del mismo, por la cual cada consumidor se convertiría en una especie de líder de su propio “progreso” individual, demostrando una desconexión con sus semejantes que se parece bastante a la distancia y superioridad con que las élites miran a “las masas”?

En cualquier caso, lo que está sucediendo en el estado español durante los últimos años –la llamada “crisis”- se puede interpretar como un desgaste acelerado de esas narrativas del progreso y del consumismo individualista. Cada vez es más difícil creer en ellas, dar sentido a la vida con ellas. Hay una sensación de estafa: nos habían prometido progreso moderno y consumo individual y en lugar de eso tenemos élites corruptas y precariedad colectiva.

Pero hay también algo que es todavía más importante, y que Fuera de lugar, el libro polifónico publicado por Amador Fernández-Savater en el pasado año 2013, me da que pensar: junto a la crisis de esas narrativas, de esas promesas, se da también una crisis del derecho de las élites, de los medios de masas, e incluso de esos individuos egoístas-consumistas en que nos tienden a convertir, a establecer unilateralmente esas narrativas y esas promesas. No es sólo una crisis de contenidos, es también una crisis de continentes. De formatos. Una crisis en la forma de organizar el derecho a pensar y contar lo que nos pasa.

Y puesto que todos, constantemente, estamos siempre pensando y dando sentido a lo que nos pasa, las posibles alternativas están ya ahí, y empiezan a ganar visibilidad. En las calles y en las redes digitales van cobrando importancia espacios y procesos que podrían servirnos para pensar y contar lo que nos pasa de una forma que ya no es la del experto, ni la de los medios de masas, ni la del individuo aislado. Una especie de marea de voces cotidianas, hasta ahora no autorizadas, empiezan a encontrar lugares donde pensar y contar lo que sucede.

Conversaciones callejeras, asambleas, manifestaciones, acampadas en plazas públicas, experiencias del tipo “la universidad en la calle”, redes sociales, blogs, listas de correo, pads colectivos, fanzines, editoriales copyleft, centros sociales autogestionados, radios libres, proyectos de investigación colectivos. Sin duda todos estos son posibles espacios para esas voces “no autorizadas”, que habría que analizar uno a uno, y probablemente por todos ellos ha transitado Amador Fernández-Savater, antes, durante o después de su experiencia manteniendo el blog “Fuera de lugar”, en la edición digital del periódico Público, desde 2007 a 2012, de la que sale este libro de entrevistas.

Amador es una persona que se ha dedicado a explorar formatos experimentales de pensamiento colectivo. Estos formatos, puesto que trabajan con el pensamiento al que habitualmente no se le da valor ni se le prestan las condiciones necesarias para una existencia digna y sostenible, a menudo están fuera de lugar en la realidad tal como la conocemos. Para dar valor y tiempo a un pensamiento no reconocido hay que inventar espacios que a veces no existen como tales, componer con piezas heterogéneas algo diferente. Una forma de hacerlo es mediante “contrabandos”, “infiltraciones” y “contagios” entre los espacios institucionalizados del pensamiento, el saber, la información o incluso el entretenimiento y aquellos otros -precarios, híbridos y en construcción-, en los que se ensaya un pensar y contar basado en relaciones que reconocen una interdependencia más igualitaria.

En el periódico Público, como el propio Amador cuenta en el prólogo del libro, el blog “Fuera de lugar” aparece como una especie de “alien”, un octavo pasajero que quiere habitar ese espacio pero sin someterse a su lógica. Particularmente, Amador realiza un trabajo intenso para zafarse de la función del “opinador”, ese que “dice lo que hay que pensar” desde una supuesta autosuficiencia deslocalizada. En lugar de cumplir esa función, Amador pone en marcha una serie de dispositivos que permitan un pensamiento situado en experiencias colectivas, implicado y dispuesto a hacerse preguntas y cuestionarse a sí mismo. Quizás el más visible de esos dispositivos sea el uso de las entrevistas, una forma efectiva de dar la palabra a otros y escapar al “columnismo”. Porque además esos otros a los que se da la palabra justamente no vienen a reconstruir la misma figura de autoridad que Amador evita, sino que constituyen voces de todo tipo, expertas y no expertas, reconocidas y desconocidas, a menudo presentando discursos que parten de investigaciones o experiencias personales propias que no se pueden reducir fácilmente al formato de la “opinion” periodística. En el libro se continúa ese proceso con otros medios, con todo un trabajo intenso de edición, selección, y organización de los materiales mediante secciones, “tags” que señalan posibles conexiones entre las entrevistas, codas ofrecidas por los entrevistados dos años después y el propio prólogo que reflexiona sobre todo esto. Todo esto conforma un material muy rico, que propone líneas de interpretación del momento actual, realmente un libro extraordinario que por su organización no se parece en nada a lo que sería un “tratado” sobre la crisis, pero que sí constituye una herramienta excelente para habitar críticamente los espacios en los que se la intenta pensar.

Me parece que no tiene sentido aislar este libro de otros procesos en los que, junto con muchas otras personas, Amador ha venido construyendo dispositivos diversos de pensamiento y auto-representación colectiva, como la Red Ciudadana tras el 11-M, el programa de radio de “filosofía de garaje” “Una línea sobre el mar”, el Grupo de Trabajo de Pensamiento de Acampadasol, el Laboratorio del Procomún en Medialab, las residencias para investigadores independientes en Matadero, o el propio blog al que ahora dedica gran parte de su tiempo, “Interferencias”, alojado en El diario.es. No se trata de exponer un curriculum vitae. Se trata de recordar que este libro forma parte de una serie de intentos concretos y materiales por construir plataformas de pensamiento y cultura igualitarias, democráticas. Aunque nos puedan gustar más o menos los resultados de estos intentos, aunque podamos encontrarles miles de problemas y de contradicciones (a menudo reconocidos e investigados por quienes los acometen), me gustaría enfatizar la extraordinaria necesidad de construir este tipo de plataformas. Me parece que sólo si somos capaces de pensar desde otro lugar, que a menudo es ese fuera de lugar, podremos dejar de reproducir el pensamiento del experto autoritario, del consumismo mediático y del individuo egoísta o, mejor, “empresario de sí mismo”.

En serio, ¿cuántos más expertos en posesión de la verdad, cuántos más “salvadores de la(s) patria(s)”, y cuántos más “líderes de los movimientos sociales” nos podemos permitir? ¿Y cuantos más “nuevos nombres”, “brillantes intelectuales”, “jóvenes en la vanguardia del pensamiento”, o “transgresores culturales” nos podemos permitir? Porque quizás lo peor que tienen todas estas figuras es que detrás de cada una de ellas hay un ejército de individuos críticos esperando la oportunidad para denigrarles, insultarles, acusarles de querer acumular protagonismo, en un eterno juego de desprecio y competición que nos impide tratar de pensar y vivir juntos, cada uno aportando sus capacidades y necesidades, desde formatos que no nos jerarquicen.

Cuando aparece alguien como Amador, no va a faltar quien rápidamente vea en él a otra de esas figuras de poder a las que dirigir críticas. Y eso que Amador ni siquiera está vinculado directamente con instituciones tradicionales del saber “experto”, como es el caso de otros muchos que dependemos para nuestra subsistencia, a través del salario, de las universidades. Pero no importa, se le reprochará su apellido, su herencia material o simbólica, su “posición desahogada”. Sin embargo, la cuestión es que Amador está participando en procesos concretos de desplazamiento de la posición de poder no sólo del intelectual, sino también del “militante”, entendido como una suerte de experto en los movimientos sociales, que tendría un derecho prioritario respecto a la acción política. Frente a esos derechos territoriales del intelectual y del militante, Amador opone también una práctica muy simple, pero muy poco frecuente: utilizar su visibilidad para dársela a otros que no la tienen, por ejemplo publicando constantemente textos de otras personas en su blog. La tranquilidad de que otros piensen por nosotros, y de que así nosotros podamos o bien criticarles por hacerlo o bien seguir sus dictados, es la que el trabajo de Amador pone en peligro.

El libro Fuera de lugar no es ninguna solución ni ningún ejemplo de nada. Pero es un dispositivo entre muchos otros que trabaja mediante su propio formato en la desarticulación de lecturas jerárquicas de la realidad, como son el elitismo intelectual, la militancia autoritaria y el “opinionismo” mediático. El libro está vinculado a un experimento concreto, la colaboración de Amador en Público, y ofrece gran cantidad de material valioso y creativo para pensar la “crisis” a partir de entrevistas que surgieron de esa experiencia, que ya terminó. En este sentido, me parece que invita a seguir construyendo otros formatos experimentales, por más que precarios, contradictorios e inestables, que nos permitan pensarnos y contarnos “fuera de lugar”, en vez de resignarnos a que nos piensen los defensores de las categorías jerárquicas que organizan la realidad.

 

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